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Domingo 19 de diciembre de 2021

A 20 años de la crisis de 2001

El canto popular del "Que se vayan todos" unió a millones de argentinos, desde el estallido social que se produjeron los días 19 y 20 de diciembre. Revueltas populares, cacerolazos, piquetes, saqueos, represión y muertes fueron los hechos más trágicos que marcaron el fin de una época.

Hace dos décadas atrás, Argentina se encontraba asediada por una de las crisis políticas, sociales y económicas más profundas de su historia, encabezada por el gobierno de la Alianza, presidido por Fernando De la Rúa y con Domingo Cavallo, una de sus principales figuras, como ministro de Economía.


El termómetro en las calles llegó a su punto de ebullición los días 19 y 20 de diciembre cuando comenzaron a replicarse protestas, con saqueos a supermercados y cacerolazos incluidos, en distintos puntos del país, bajo el lema "Que se vayan todos, que no quede ni uno solo".


El gobierno de Fernando De la Rúa había asumido en 1999 bajo el sello de la Alianza, un pacto político que aglutinó a radicales, socialistas, entre varios referentes de distintos partidos, con la incumplida promesa de terminar con un modo de hacer política que lideraba Carlos Saúl Menem (1989-1999).


Desde hacía varios años, el modelo neoliberal que había profundizado Menem con su famosa Ley de Convertibilidad (el idéologo fue el ministro de Economía Domingo Cavallo, quien estableció a partir del 1º de abril de 1991 una relación cambiaria fija entre la moneda nacional y la estadounidense, a razón de 1 dólar estadounidense por cada 10.000 australes, que luego serían reemplazados por una nueva moneda, el peso convertible, de valor fijo también en U$S 1; una política monetaria que tenía como objetivo principal el control de la hiperinflación que afectaba la economía en aquel entonces) estaba entrando en su última etapa.


De la Rúa había decidido mantener esa ley, tal como había prometido en su campaña electoral, lo que provocó que la situación financiera fuera cada vez más crítica, y aplicó medidas como el blindaje o el Megacanje, que llevaron al país a un engrosamiento de la deuda externa.


El entonces presidente cambiaba de ministro de Economía casi a ritmo de uno por estación del año, símbolo de la inestabilidad que sufrían Argentina y el proyecto de político que encarnaba la Alianza. Los ministros sucesivos fueron José Luis Machinea (de diciembre de 1999 a marzo de 2001), Ricardo López Murphy (de marzo a abril de 2001) y por último... Domingo Cavallo, un símbolo de que la política neoliberal llevada a cabo durante los 90 no había terminado. En ese momento, Cavallo era visto como una gran alternativa, ya que había sacado a Argentina de la hiperinflación de 1989-1991.


Ese fue el inicio de un canto popular que unió a millones de argentinos golpeados, entre otras cosas, por la caída de la economía, la pérdida del empleo y las restricciones monetarias como el "Corralito" que se reflejaban en sus bolsillos.


Tal vez la frase más recordada y representativa de las jornadas que pusieron fin al gobierno de la Alianza en 2001 sea “Que se vayan todos / que no quede ni uno solo”. Esta frase, utilizada como una suerte de grito de guerra, se repitió en todas las marchas y movilizaciones luego de las históricas jornadas del 19 y 20 de diciembre.


Aquella fue una consigna tan importante porque condensaba muchos sentidos a la vez, permitiendo hermanar las voces de descontento y de bronca que se vivían en aquel momento, especialmente contra la “clase política”. Así, produciendo una suerte de equivalente general, pudo englobar muchas demandas y una identificación en la cual, todavía hoy, varios sectores parecen sentirse a gusto.


En la jornada del 19 de diciembre, De la Rúa declaró el estado de sitio en un discurso en el que ratificó su política económica y social, lo que derivó horas más tarde, en su renuncia a la Presidencia y su partida en helicóptero desde la Casa Rosada producto del estallido social generalizado.


Las protestas en las calles y en la Plaza de Mayo fueron reprimidas, produciéndose los hechos de mayor violencia en la intersección de la Avenida de Mayo y 9 de julio. La represión se desató también en el interior del país y dejó un total de 39 muertos y decenas de heridos.



El helicóptero y el principio del fin

El miércoles 19 de diciembre, la situación de crisis llegó a su punto cúlmine. Aumentó el número de saqueos en todo el país, hubo destrozos de bancos y diferentes edificios, se multiplicaron los cacerolazos y los piquetes. A esa altura ya había seis muertos por la represión y, por lo menos, 108 heridos y 328 detenidos. La respuesta del presidente De la Rúa fue decretar el estado de sitio por 30 días en todo el territorio argentino. En un discurso que brindó poco antes de las 23, el Presidente dijo que el estado de sitio se decidió "para asegurar la ley y el orden, y terminar con los incidentes de las últimas horas". Acusó a "grupos enemigos del orden y de la República" y aseguró que había que "distinguir a los necesitados de los violentos que se aprovechan de sus penurias".


En la madrugada del 20 de diciembre sucedieron protestas en diferentes lugares, desafiando el estado de sitio. Durante la mañana, ciudadanos y ciudadanas de diferentes clases sociales y con pedidos diversos fueron a la Plaza de Mayo, donde siguieron con los reclamos. La respuesta del Estado fue la represión. Esta represión, que se transmitió por todos los canales de televisión y radio, e incluso por emisoras internacionales, en directo durante todo el día, generó que más grupos políticos y manifestantes ocasionales se acercasen a la Plaza. La cantidad de manifestantes y de muertos fue creciendo con el correr de las horas. En Mendoza, hubo 34 heridos por las movilizaciones ocurridas en el centro mendocino y otros puntos.


A las 16.00, De la Rúa dijo que no dejaría su cargo. Fue su último discurso. Casi cuatro horas después (a las 19.52) , salió en un helicóptero. Se había ido. De la Rúa dejaba de ser el presidente.


La película Memoria del Saqueo, del cineasta y legislador Fernando "Pino" Solanas, recogió estos últimos días del gobierno de la Alianza y el fin de una etapa. Después, hubo cinco presidentes en 12 días. Pero empezó otra historia política.


Luego de una semana maratónica donde en once días se sucedieron cinco presidentes ( Ramón Puerta, Adolfo Rodríguez Saá, Eduardo Camaño y Eduardo Duhalde), la credibilidad política quedó debilitada y la sociedad manifestó la urgente necesidad de un recambio de las autoridades políticas y de gobierno.